viernes, 6 de mayo de 2011

Alfabetización académica: un cambio necesario, algunas alternativas posibles

Bibliografía:
Carlino, P. (2003). Alfabetización académica: un cambio necesario, algunas alternativas posibles. Educere Investigación (20), pp. 409-420.

Carlino dirige la alfabetización hacia la educación superior. Señala los problemas que presentan estas casas de estudio y un posible camino para implementar la alfabetización académica, para esto se basa en universidades anglosajonas. Su principio teórico es concebir la escritura como elemento imprescindible para la construcción del conocimiento debido a su carácter epistémico. Dado este potencial, cree necesaria su correcta integración para todas las disciplinas. La concretización de este proceso es lo que se denomina como alfabetización académica.

La alfabetización académica se define como “el conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la cultura discursiva de las disciplinas así como en las actividades de producción y análisis de textos requeridas para aprender en la universidad.” (Carlino, 2002, p. 410). Esto significa que existe una práctica determinada de uso de la escritura y de la lectura, y que cada práctica corresponde a una disciplina. Por lo que existirán tantas prácticas como disciplinas [véase Barton & Hamilton, 2000].

Carlino plantea como necesario hacer conciente la alfabetización académica a nivel de educación superior, ya que puede llegar a ser de fundamental importancia para la generación y construcción del conocimiento. Se basa la teoría en que la escritura es herramienta del pensamiento (potencial epistémico de la escritura), por lo que el discurso intelectual está conformado por escritura, lectura y pensamiento.

El problema es que la mayoría de las universidades (exceptuando las anglosajonas y australianas) aún no integran esta teoría a través de medidas concretas. Lo que sucede es que se continúa entendiendo la alfabetización como un estado y no un proceso, la alfabetización como técnica separada e independiente del aprendizaje de cada disciplina, y la escritura como canal para expresar pensamiento y transmitir conocimiento.

Es necesario, señala Carlino, que se adopten resoluciones de carácter institucional para llevar a cabo una alfabetización académica. Las universidades anglosajonas (australianas, canadienses y norteamericanas) ya han adoptado estas medidas.

Australia comenzó de la idea de que “cada asignatura no consiste en promover la acumulación del conocimiento sino su comprensión y elaboración crítica, y que los profesores no pueden desligarse de que esto efectivamente ocurra.” (413). Frente a esto se implementaron cambios institucionales, por ejemplo, adherirse al movimiento Writing Across the Curriculum (Escribir a través del Currículum).

Writing Across the Currículum se basa en dos principios: escribir para aprender los contenidos y escribir para apropiarse de las convenciones discursivas de la propia disciplina. Se entiende así la disciplina como un espacio tanto discursivo y retórico como conceptual.

Además, esto implica que la alfabetización ocurre en un nivel disciplinar, ya que existe una relación entre lenguaje y pensamiento, la lectura y escritura siempre serán contextualizadas y porque el experto de la práctica letrada, propia de la disciplina, será el docente.

[El texto señala medidas concretas que han tomado distintas universidades para propiciar una alfabetización académica.]

¿Qué sucede actualmente en la educación superior chilena? ¿Se están tomando medidas institucionales para lograr una alfabetización académica? ¿Serán aplicables las decisiones tomadas por universidades anglosajonas para el contexto chileno? Pareciera ser que la mejor opción para lograr un cambio es que este provenga desde la institucionalidad y afecte directamente el currículum. Se produciría, entonces, una modificación en la cotidianeidad de la enseñanza (sala de clase) respaldada por la institución universitaria. Pero primero que todo es necesario un cambio de mentalidad, derribar las falsas creencias que se tienen acerca de la escritura y alfabetización para, desde una nueva concepción, llevar a cabo las modificaciones necesarias.

La alfabetización y el mito de la alfabetización

Bibliografía:
Gee, J. P. (1996). La alfabetización y el mito de la alfabetización: De Platón a Freire. En La ideología en los Discursos. (pp. 37-60). Londres: The Falmer Press.

Gee se posiciona desde la idea de que la alfabetización ha sido erróneamente comprendida porque no se ha querido establecer los verdaderos alcances que esta puede llegar a tener. Frente a este problema, el autor quiere dejar en claro que la alfabetización es una noción social y no individual y, como tal, “es intrínsecamente política, en el sentido de que implica relaciones de poder entre las personas.” (Gee, 1996, p. 37).

Gee, al igual que diversos autores (Tolchinsky & Simó (2001); Carlino (2002)) cree que la escuela es el principal agente alfabetizador. Pero las escuelas no cumplen este rol de igual manera en las distintas clases sociales. Existen dos alfabetizaciones que se contraponen: alfabetización funcional, presente mayoritariamente en las escuelas de nivel socioeconómico bajo y que entrega docilidad, disciplina, respeto; y alfabetización emancipadora (Freire, 1970, 1973, 1985), enseñada y desarrollada en las escuelas de nivel socioeconómico alto y que propicia destrezas verbales, pensamiento y escritura discursivos.

La consecuencia de esta estructura educacional alfabetizadora es que las escuelas fracasan con la población que no pertenece a las élites, de manera de replicar la jerarquía social. Este problema repercute en que una persona de un grupo socioeconómico bajo realice trabajos inferiores e insatisfactorios de la sociedad, posición que impide plantear demandas políticas o económicas (40). La alfabetización funcional no lleva a cuestionarse ni reflexionar sobre el uso de la herramienta (escritura), por lo que se carece del aspecto epistémico. Mientras que para un integrante de la élite le esperan los puestos directivos, ya que fue preparado para eso. Se convierte la escuela, entonces, en una institución reproductora de las clases sociales.

La alfabetización, sin embargo, es un problema histórico que ya planteaba Platón. Él, quien creía que el verdadero saber está en el diálogo, critica la escritura ya que un escrito no puede explicarse a sí mismo y puede ser malinterpretado. Frente a este dilema, surge una única interpretación válida denominada ‘norma’ establecida por una institución de poder, el Estado, la escuela, la academia. Esto implica una total manipulación, es la autoridad quien establece la interpretación correcta.

La escuela como agente alfabetizador enseña a interpretar correctamente. Este acto es indisoluble de una perspectiva política, siempre existe una creencia, valor, norma que respalda el carácter correcto de una interpretación (53). Por lo tanto, todas las formas de leer y escribir son creaciones sociales e históricas provenientes de distintos grupos sociales.

La herramienta propuesta por Gee para poder modificar de manera real la estructura social es la alfabetización emancipadora. Esto supone que la persona tiene el potencial de cuestionar la realidad social de manera activa y dejar de aceptarla tal cual se le presenta. Es en este punto cuando la escritura se vuelve transformadora y alcanza su mayor poder de cambio.

¿Hasta qué punto influye la norma establecida por una autoridad para la interpretación propia que se pueda tener de un texto? Si la política no puede distanciarse de la alfabetización, entonces la alfabetización emancipadora no otorgará en ningún caso mayor libertad que la que entrega la alfabetización funcional. Ambas alfabetizaciones están igual de politizadas, quizás la diferencia radica en que la funcional está socialmente politizada mientras que la emancipadora lo está en un nivel personal. Porque la alfabetización emancipadora invita a cuestionar el contexto social y a modificarlo según una lucha política, y este respaldo político ya no tendrá que ser necesariamente social, como sí ocurre en la alfabetización funcional que al existir una política implícita se torna social, sino que puede ser individual porque uno puede distanciarse del resto, pero no así de una política.

jueves, 5 de mayo de 2011

La escuela en los procesos de alfabetización

Bibliografía:
Tolchinsky, L. & Simó, R. (2001). La escuela en los procesos de alfabetización. En Escribir y leer a través del currículum (pp. 159-165). Barcelona: Universidad de Barcelona.

Tolchinsky & Simó plantean cómo las escuelas cumplen un rol desalfabetizador y señalan las causas y sus respectivas soluciones. Desarrollan un recorrido histórico de los sistemas de representación para establecer la escritura epistémica como máximo instrumento cognitivo. Se basan en el principio de que “la escuela tiene un papel fundamental en la alfabetización definida como la participación activa en la cultura escrita, para ser parte de ella, para disfrutarla y para acrecentarla.” (2001, p. 159). Concluyen finalmente que la escuela debe considerar la escritura como instrumento transformador, lo que conlleva una alfabetización.

Las autoras suponen la escuela como una institución de gran potencial alfabetizador, pero advierten que sucede justamente lo contrario: la escuela se convierte en un agente desalfabetizador. Este efecto negativo ocurre debido a dos causas:

Primero, las escuelas se niegan a integrar las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información. Esto repercute en que el estudiante no forme parte de nuevas prácticas de escritura y lectura que se están llevando a cabo (libros electrónicos, blogs, herramientas multimedia). Adjudicar estas nuevas herramientas significa ampliar la comunidad de aprendizaje, desde un primer círculo restringido (sala de clases) se puede alcanzar una comunidad más global (mundo digital). De no hacerlo, el estudiante se verá afectado tanto cualitativa como cuantitativamente en su manera de conocer y relacionarse con el conocimiento (160).

Segundo, se banaliza la escritura. La alfabetización inicial se concibe, en palabras de Simone (1992), “como técnica gráfica, como medio de transcribir el lenguaje hablado proponiéndose como objetivos escribir como se habla y hablar como se escribe” (160) [véase mito que refuta Olson: la escritura no es transcripción del habla]. Esto implica que no se entienda la alfabetización como un proceso comunitario de revolución cultural.

La revolución cultural de la escritura es la transformación del sistema representacional. Las autoras se basan en Merlin Donald (1991) para trazar un recorrido histórico por los diferentes sistemas de representación cognitiva o formas de representar la realidad. Primero, cultura Episódica: poseen una representación cognitiva particular y personal (interna). Segundo, cultura Mimética: a través de la mímesis, la representación cognitiva es social (externa) y surge una preocupación pedagógica. Tercero, cultura Mítica: surge el ‘habla gramatical’ que posibilita el desarrollo de la capacidad narrativa. El mito se establece como una herramienta integradora capaz de dar sentido unificador a la experiencia (162). Cuarto, cultura Teórica: la memoria y procesos cognitivos se pueden externalizar y hacer permanentes a través de la grafía. Al hacer manifiesta la representación, esta se puede observar y reflexionar, es decir, hacer conciente los procesos cognitivos y entender la escritura como instrumento epistémico.

La escritura, además de ser una herramienta comunicativa dada por su uso, es también una herramienta epistémica dada por su reflexión de sí misma. El carácter epistémico implica que la escritura es “un instrumento que afecta la manera de pensar y, por lo tanto, la manera de conocer.” (162). Pero esta postura tiene opositores, Carruthers (1990), Olson (1998), que plantean que la escritura no puede modificar la representación mental de algo, ya que el medio no puede transformar lo que media (la escritura no puede alterar el contenido).
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¿Es la escuela el único gran agente alfabetizador? ¿De quién depende que se lleve a cabo, de manera efectiva, esta alfabetización? ¿Son los profesores los únicos responsables? ¿Cuánto influye la forma de realizar una clase? En la educación chilena actual, una persona asiste durante doce años a esta institución y resulta importante preguntarse si la escuela está efectivamente alfabetizando o no a sus estudiantes. Si bien las autoras plantean las causas y las soluciones, pareciera que estas soluciones solo llevan al estudiante, de manera segura, a ser un alfabetizado funcional. Los colegios pueden incluir las nuevas tecnologías, pero esto no garantiza más que la correcta utilización de la herramienta, no su reflexión. El uso permite integrar una práctica letrada y la reflexión concede la posibilidad de una transformación de la práctica misma. Una persona alfabetizada maneja ambos aspectos de la práctica en la que está inmerso.